RAMON GUILLEN-BALMES: RELACIONS PERSONALS


Este pequeño homenaje está centrado en las obras resultantes de las relaciones personales de Ramon con los profesores y estudiantes de la Escuela Massana.

Además hemos invitado a participar a antiguos amigos y compañeros suyos para que sus aportaciones dialoguen con su obra. También habrá una mesa redonda en la que abordaremos sus diferentes facetas como artista, profesor y amigo.

Del 25 de octubre al 23 de noviembre de 2012
Inauguración: 25 de octubre a las 18:30
Mesa Redonda: 25 de octubre a las 19:30
Sala Busquets y Sala Blava, Escola Massana


NOTAS SOBRE EL ARTISTA, LA IMPOSIBILIDAD DE LA DECISIÓN Y EL EVENTO AUTÉNTICO

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido con la información?
T.S. Eliot, The Rock


Escribir estas notas sobre el Ramon Guillen-Balmes me permite rememorar algo más que las afinidades compartidas y reactiva los argumentos que detonó en mí.

Me explico: tuve la suerte de disfrutar de su complicidad y compañerismo en la Escola Massana. Enseguida nos hicimos buenos amigos, algunos decían que teníamos estructuras mentales paralelas, no lo sé. Con el paso del tiempo, lo que puedo decir es que lo echo de menos como amigo, pero también como artista.

Casi no sabría si añoro más su ironía punzante, sus reflexiones sinuosas hasta llegar al objeto de debate, los largos e intensos silencios de complicidad cuando teníamos alguna cuestión común entre manos, o su tierna consideración hacia mi persona como colega. Pocas veces he encontrado en el transcurso de los años alguien tan generoso con sus compañeros de profesión y, más aún, con los que generacionalmente estábamos un escalón por debajo.

Compartí muchos ratos de su trabajo creativo y no olvido la intensidad y coherencia de sus planteamientos. Cuando digo coherencia debería hablar de su finura intelectual, siempre distanciada de los sesudos y cercana a la experiencia del oficio. La endiablada intuición que Ramon desplegaba en todos los aspectos de su trabajo lo llevaba lejos, con un rigor y una confianza que hacían aflorar constantemente proyectos en sus libretas y piezas de gran calado que llenaban prolíficamente su obrador. Sus dibujos y esculturas nacían de un método creativo muy destilado, donde la distancia entre el proyecto y la realización era tan estrecha que siempre permitía constatar los valores táctiles de su obra en cualquiera de las fases del proceso de ejecución.

Pensando en la manera de trabajar de Ramon Guillen-Balmes me vienen a la cabeza las palabras de Hélène Cixous, cuando dice que la única posibilidad de la cosa es la experiencia de la imposibilidad. Quiero decir que me parece que la necesidad de hacer del Ramón era tan intensa porque siempre hacía más de lo que podía hacer, desarrollaba posibilidades que iban más allá de las que ya existían, decidía cruzar la imposibilidad de la decisión decidiendo. Si lo pensáis, esta es la tarea de un artista. Si bien su trabajo resultaba reconocible, también era bastante inanticipable, en el sentido que generaba eventos que sólo son posibles como imposibles. Creo que esta imposibilidad es la condición del evento auténtico, lo que cortocircuita la inercia y cancela la frecuencia de onda más visitada.

Esto era lo que aprendí de él como artista: cuando prevemos algo en el horizonte, ya ha pasado. El suyo no dejaba de ser un pensamiento político sobre el arte, ya que comportaba situarse en la radicalidad de entender la debilidad como fuente de creación: el autor no se impone. Si se quiere ir a las cosas mismas, hay que dejar que sean ellas mismas quienes nos marquen la forma de ser tratadas. Si uno se esfuerza, fracasa. Esto Ramón lo sabía muy bien y por eso me parece que ejercía una mezcla ponderada de exasperación paciente y desarraigo consciente, desde donde creaba la obra con solvencia.

Si para los griegos clásicos la praxis designa la acción libre que busca la transformación de sí mismo y la poiesis, al contrario, refiere la acción utilitaria que se somete a las condiciones materiales (al contrario de lo que se piensa habitualmente), es Marx quien establece la equivalencia de las dos nociones (“No hay libertad efectiva que no sea también transformación material y no hay trabajo que no suponga transformación del yo”). De esta manera es en el arte, y sobre todo con el artista contemporáneo, donde se da la unión de praxis y poiesis en un proyecto que consiste, no sólo en hacer la obra, sino en reconstituir la existencia para producir, como sostiene Guattari, una subjetividad que autoenriquece la relación con el mundo de una manera continua y cotidiana. Creo que esto era lo que Ramon pretendía con sus arqueologías de artista, configurando el mapa de un territorio que exploraba día a día, y que conseguía también eficientemente con sus peticiones de pedidos, siguiendo una deriva de carácter utopista que generosamente manifestaba su intencionalidad micropolítica. La panoplia de su obra, interrumpida prematuramente, genera una suspensión en el imaginario de quienes lo conocimos. A menudo me pregunto por qué Bella Catástrofe estaría ahora dispuesto a desplegar sus herramientas de escultor y su afinado lápiz de disseccionador de la realidad.

En recuerdo de Ramon Guillen Balmes

Toni Giró, octubre de 2012